Sísifo fue un Idol. Era una calurosa tarde de sábado en el parque. Muchos allí se congregaban para realizar las típicas actividades: padres felices viendo a sus hijos andar en patines, familias compartiendo gratas charlas y un exquisito picnic, entre otras. Todo era normal en el San Borja, todo salvo que en medio del lugar llevaba a cabo un velorio; uno sin ataúd sobre el que llorar, en el que las velas y flores solo eran el símbolo de una muerte que, creíamos, solo habría ocurrido en un simulacro. En un pedazo de territorio imaginario que no podíamos reconocer. Es raro cómo la cuidad va amoldándose al dolor de un duelo. Cómo ciertos lugares pueden transformarse en el templo perfecto para despedir a un ser al que se le estima desde lejos. Justo ese lugar de esparcimiento, risas estridentes y prácticas de coreos de grupos Kpop, se transformó en el camposanto de la imagen de Kim Jonghyun y, con eso, en testigo de llantos desconsolados –e incomprendidos- de las fans de SHINee...
El fin de semana pasado rompí mi ostracismo y partí, con amenaza de tormenta eléctrica y todo, a estudiar para el CBC en un lugar ameno. Pensé en quedarme en el barrio pues hay de todo, pero me tomé el Subte y fui a depositar mi ser al mítico bar restaurante "El Gato Negro". No pude haber escogido mejor lugar para estudiar y comer al mismo tiempo y es que este maravilloso lugar -bien victoriano, por lo demás- que nada más al entrar te recibe con olor a canela, es el escenario perfecto para pasar un buen rato. Me senté en una mesa del segundo piso, muy arrinconada y con vista a calle Corrientes. Mis tendencias paranoides siempre hacen que escoja las esquinas a los sitios más abiertos, creo que soy más araña que humano. Tomé la carta y no pude dejar pasar un chocolate caliente y un cheesecake de frutos rojos que -según me dijo la agradable chica que me atendió- estaba recién hecho. La maravilla de oda que se dibujó en mi cara al probarlos fue para fotografía, pero no había nin...
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